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Hemos iniciado el otoño.
Dentro del camino del Tao y del Feng Shui, es una etapa marcada por dos imágenes muy poderosas: el Lago y el Cielo.
Hoy vamos a hablar acerca del otoño y vamos a poner luz en aquellos aspectos que despierta en nosotros la imagen del Lago.
El otoño se pone fresquito. La energía del sol se aleja y da paso a una etapa donde la vitalidad del verano se pierde. A los occidentales en general, nos cuesta entrar en esta energía que desciende suavemente junto con las hojas de los árboles. Nos han enseñado que hay que estar siempre alegres, espitosos, vivaces, activos, disponibles y en marcha. Desde esta preferencia social, el otoño puede ser molesto, incómodo y hasta irritante.
Vamos a ver entonces, qué es lo que se pone en juego en esta época para poder conocer mejor sus bondades.
Para los chinos, el otoño despierta las energías del intestino grueso y del pulmón. Vamos a ver hoy las cualidades del intestino grueso que se corresponden con la primera parte del otoño y se manifiestan en nuestros espacios a través del meridiano de Lago.
Desde el punto de vista orgánico, el intestino grueso cumple una última función digestiva de deshecho y asimilación final de nutrientes. Dicho simplificadamente, es el que le saca el máximo provecho a lo que comemos, a lo que ingerimos, a lo que alimenta nuestro cuerpo. Si lo vemos desde una perspectiva más amplia, es el que absorbe en su máxima posibilidad lo que ingresa en nuestra vida, no sólo físicamente, sino también a nivel emocional, mental e incluso espiritual. Estas experiencias, en general, suceden a través de nuestros vínculos, a través de nuestro mundo de relaciones.
En sí esta primera etapa del otoño, nos conecta con nuestra primera parte de vida, con la infancia y nuestro niño interior. Es por eso que una clave para esta época del año, es el vínculo con los niños. Los niños despiertan los recuerdos de la infancia. Y en la infancia está la alegría más plena y la tristeza más absoluta.
El Lago en un día soleado y sin viento, nos abre las puertas a un día cálido, brillante, amoroso, nos predispone al buen humor, nos invita a hacer kayak, incluso a meternos en sus aguas si las emociones intensas nos motivan. Nos acercamos a sus orillas. Mojamos nuestros pies. Observamos con curiosidad el fondo de piedras multicolores bajo los brillos del agua que se mece apaciblemente. En este momento, el lago se asemeja a esta parte de la infancia que invita a la curiosidad, a explorar, a las emociones intensas, a compartir con amigos, a reírnos y experimentar la plenitud de la alegría. Hasta aquí vamos bien.
La dificultad aparece cuando el lago se ensombrece por las nubes, se pone gris, deja de brillar y se agitan las aguas con el viento. El reflejo del agua nos muestra un frente de tormenta gris plomizo. ¿Qué representa esta imagen? Representa estas partes de nuestra infancia tormentosas, aquellos episodios traumáticos que nos sumen en la tristeza más gris y plomiza. ¿Cómo resuelve un niño un día tormentoso en el colegio, en su vida de relación, con sus padres, hermanos, con las dificultades que se presentan? Llorando. Así resuelve un niño la amargura del desencanto y la torpeza de la vida.
¿Y luego qué hace?
Pues una vez que soltó sus lágrimas, que dejó ir su pena, que permitió que sus hojas caigan al suelo y rueden por sus mejillas, vuelve a estar fuerte, lleno de energía y a aprovechar el siguiente instante que la vida le ofrece.
¿Qué nos enseña todo esto?
Nos hace reflexionar acerca de nuestros apegos. Cuando no hemos podido vivir con libertad esta etapa de la vida, no están disponibles para nosotros la soltura, la flexibilidad y la frescura. Se nos enquistan las emociones, especialmente la tristeza.
Esta es la razón por la cual el otoño tiene un sentido fundamental en todos los aspectos de la vida. No existe por casualidad. Nos invita a soltar. A soltar hojas, a soltar lágrimas, a soltar relaciones tormentosas, a soltar experiencias traumáticas que nos hacen daño.
Si para la naturaleza es fácil soltar. ¡¡¡Para nosotros también!!!
Es sólo cuestión de practicar el desapego. En Feng Shui tenemos una técnica que se llama Vacío. Soltar todo aquello que ya no utilizamos, que nos sobra, que no hacemos servir, que ocupa lugar y entorpece en vez de hacer liviana y flexible nuestra vida.
Te invito a hacer vacío. Es un excelente ejercicio para el otoño. Pero no lo hagas de forma descuidada. Pon atención ¿Qué es lo que guardas junto con ese objeto, con ese recuerdo? Siempre que hay una cosa, una vibración densa, hay detrás una vibración sutil. Intenta percibir cuál es esa vibración que sostiene esas cosas innecesarias en tu vida.
Ya sé qué estás pensando…¡Qué agobio! ¡Uff, para qué remover estas cosas!
Mirémoslo desde la sabiduría de la Naturaleza. Así veremos que si no se caen las hojas, no pueden nacer hojas nuevas… Tampoco habría abono para los suelos.
Si un niño no deja caer sus lágrimas, no puede recobrar la alegría, ni adaptarse a lo que la vida le trae al instante siguiente.
Así que sólo suelta. No pienses. Suelta.
Verás cómo tu vida se pone liviana, ágil, flexible y gana la fuerza de la tristeza para transformarse en alegría y bienestar.
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Inicio sábado 10 ó lunes 12 de Noviembre
Al igual que los monjes del Tao, aprenderemos de la observación y la experiencia directa. Iniciaremos nuestro viaje con el meridiano de Lago, en la formación lacustre de Foix.
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